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viernes, 27 de marzo de 2015

Sesionando: Día 3 (Parte I)


¿Acaso existe algún manjar que supere al sabor de una mujer?

3 sumisas, 3 Dominantes... una noche inolvidable.

Antes de darme cuenta esa delicada figura se encontraba sobre mi rostro, su piel tostada y nalgas rosadas eran una espléndida visión.
Mis manos estaban atadas a la altura de su cintura, sus manos también eran atadas por finas cuerdas de algodón a la altura de su cabeza justo donde otros pechos aguardaban  para ser besados. Esa fue la posición deseada por nuestros torturadores, los cuales arañaban nuestras pieles para teñirlas de carmín; mi cuerpo reposaba sobre la alfombra, mi rostro se adentraba en la húmeda hendidura y mi abdomen quedaba protegido por el tercer cuerpo... el único lugar que quedaba al descubierto eran mis muslos y vagina, la cual penetraban con un delgado y largo vibrador que se adentraba cada vez mas y con mayor intensidad, mis muslos se contraían con brusquedad, sentía sofocarme, y la desesperación provocada por no poder juntar mis piernas acrecentaba a cada segundo. Pero tenerla junto a mí era todo un deleite, observar como mi amo o el suyo  dibujaban marcas rojizas en su piel, sentir sus rítmicas contorsiones, escuchar sus suaves gemidos, saber que era parte de esa tortura, de ese estado de confusión, en el cual se pierde la noción del dolor o del placer, ese momento en donde te encuentras perdida o indefensa ante las múltiples sensaciones en donde tu mente no sabe que elegir, a que prestarle atención... ¡Vaya delicia! 

Del tercer cuerpo poco sé. Se encontraba casi fuera de mi visión, pocas veces pude apreciar sus rasgos, esa excitante expresión en su rostro, o como mordía su labio inferior al sentir una caricia o como abría de manera casi imperceptible sus labios al sentir el calor del látigo.    

Cambiamos de posición, ahora me encontraba de rodillas sobre la tercera chica, me resultaba incomodo, extraño... más bien me parecía una posición vergonzosa en donde no podía huir del dolor o del placer, mis brazos se encontraban completamente inmovilizados y mis piernas luchaban para mantener la postura, la húmeda sensación de unos labios se adentraron en mí por vez primera. Los pechos de esa hermosa figura reposaban en mi rostro, delicado sabor a terciopelo.

Todo concluyó tal como inició. Sin ser consciente de cuándo o como.


Solo queda decir que amé cada golpe, cada beso, cada caricia y a mis dos amadas chicas. 

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