Con esa sencillez, el dolor me provoca; estimula mis sentidos, me
incita al placer, eriza mi piel y excita cada centímetro de mi ser; nada se
compara al suplicio de un beso, de una caricia, de una mano; idolatro la
tortura de mi cuerpo y de mi mente; venero el tormento de un orgasmo y la furia
de una mirada.
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