Me
percaté de tu cuerpo aproximándose al mío, sentí tu respiración recorriendo mi
cuello y después un escalofrío provocado por tu mano deslizándose por mi
vestido; me invadió una ligera sensación de miedo cuando comenzaste a deshacerte
de aquel vestido, temí cuando permaneciste a mis espaldas contemplando mi
cuerpo cubierto con aquel encaje negro, me besaste y tus manos me indicaron que
volteara; tu cuerpo giro con el mío, quedando nuevamente a mis espaldas
susurrándome al oído; tus palabras recorrieron cada poro de mi cuerpo y mi piel
se erizo por completo, mis mejillas se ruborizaron y mi corazón pareció
detenerse por unos segundos. Nunca se lo que pretendes obligándome a observar
mi cuerpo, pero me estremece… No solo torturas mi cuerpo, también mi mente y
mi alma, con esa forma tan peculiar de someterme, obligándome a rogar por un
castigo, a decidir por un instrumento, a implorar el momento del azote, a
mantenerme en posición con una mirada; tu calma destruye mi balance, siempre me
guías con esa tranquilidad tan propia de ti y sin embargo no puedo manipular tu
castigo, me haces saber que tú eres quien me domina, por más veces que he
intentado manipularte, no lo he conseguido; Lo he comprobado en varias
ocasiones… Solo puedo decir que adoro sentirme tuya y amo todas aquellas
sensaciones que provocas.
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