Aroma frutal, una habitación finamente decorada con instrumentos de
cuero, metal y velas; tu rostro ansioso, tal cómo se espera de una buena presa;
una mirada furtiva, deseosa de poder disfrutar ese espectáculo y mis manos
recorriendo tu cuerpo.
El sutil placer de lo inesperado, la angustiante y deliciosa promesa
del momento.
Recorrí tu cuerpo lentamente, percibiendo tu respiración, tu aroma; te
cubrí de sabores y recorrí mi lengua por tu cuello; tu sabor se mezclaba con
ese dulzor que te había impregnado, que exquisita sensación; después de ese
capricho tomé una de las velas para derramarlas por tu espalda, el líquido
blanquecino formó hermosas figuras que se tatuaron en tu piel, no existe mejor
manera de retirar la cera que el cuero y así lo hice, descargué los azotes
desde tus hombros hasta el inicio de tus nalgas; tus movimientos me parecieron
tan exquisitos que el placer recorrió cada centímetro de mi, una hermosa
melodía inició conforme me sumergía en la aventura del momento, tu voz, tus
gemidos, tu deseo por complacerme crearon en mi el amor que siento por
ti.