Aquí os dejo un relato de dos pensamientos entrelazados:
El cielo tornaba colores y ahora las estrellas se
vislumbraban en el firmamento; al menos eso era lo que se percibía por aquella
ventana, sin embargo el esplendor de aquella noche no se comparaba con lo
iniciaba dentro de aquel cuarto.
Una habitación oscura en donde la única iluminación salía de
las flamas de las velas colocadas en diferentes lugares, una cama de 4 pilares
delicadamente acomodada, un escritorio de roble y un sillón forrado por satín
Dos figuras resaltaban en aquel escenario, la figura
femenina vestida en tela negra y fusta en mano y un hombre arrodillado con ojos
vendados
-¿Sabes porque estás aquí?- dijo la voz femenina alzando el
rostro del joven
-Sí,
Señorita. He venido porque deseo servirla.-dijo el chico con cierto
nerviosismo. Era la primera vez que se encontraba en aquella situación y no
sabía qué podría suceder a continuación.
Estaba
nervioso, muy nervioso. Pero aun así, no se movía. Esperaba aparentemente
tranquilo, la siguiente frase de la joven Dama.
-Bien, es hora de iniciar con tu entrenamiento, harás todo
lo que te diga ¿Entendido? – exclamo con voz firme
-Sí,
Señoríta. Como desee.-balbuceó el joven, que permanecía arrodillado, mientras
su cabeza no paraba de pensar.
-Ruega que te use, ruégame que juegue contigo
-Señorita, con todos
mis respetos, le pido que juegue conmigo. Como le he dicho estoy aquí para
servirla. Para hacer que se sienta bien usándome. Mientras yo, sólo cumpliré
Sus deseos.
A partir de ese momento
la voluntad del joven aparentemente había desaparecido. Ahora la joven Dama
disponía de ella.
-¿Quién soy para ti?
-Es la persona a la que
temporalmente entrego mi cuerpo y mi pensamiento para que haga con él lo que
quiera. Un bella Dama a la que sería un gran honor servir.-El chico, hablaba
con una voz a veces entrecortada. Aunque no podía ver, su barbilla estaba
pegada al pecho, como si sus ojos estuviesen clavados en el suelo.
-De ahora el adelante te nombrare Daniel y te comportaras
con un perro obediente, gustoso por servirme y deseoso por ser educado.
Después de las suplicas y con mano firme tomo la nuca de
Daniel obligándolo a permanecer con la cabeza en alto, colocándole un collar y
una correa lo condujo hasta la cama indicándole subir a ella, manteniendo su
posición de perro.
Lo primero que hizo fue acariciarle todo el cuerpo rasando
su miembro, al ver la excitación de Daniel se detuvo y el primer azote cayó
sobre su muslo, después de ese primer azote no hubo mas contacto, pues ella se
había dirigido al mueble e roble en donde se encontraban todos los
instrumentos, sin dejar la fusta tomo un trozo de jengibre y lo coloco en el
ano del joven.
Pasaron unos minutos y Daniel empezó a mover su culo.
-¿Qué sientes?- pregunto con una leve risa.
El chico, que ahora era
Daniel, no sabía exactamente qué contestar. Su Señorita, le había indicado que
debía comportarse como un perro... dudando, decidió responder.
-Guau....-El "ladrido"
no le salió demasiado convencido, solo fue un leve murmullo. Había disfrutado
mucho siendo Daniel para Su Señorita, hasta el momento en que el jengibre había
entrado en su culo. No disfrutaba nada con la penetración anal, pero la había
aceptado. Eran los deseos de Su Señorita.
Esperando
la respuesta de Su Señorita, Daniel, dejó de mover su culo y se mantuvo quieto.
Una carcajada se escucho en el aire- Tendremos que trabajar
en tu actuación de perro, pues ese ladrido es patético.
Ahora ella inicio a azotarlo suavemente por la espalda y los
muslos poco a poco los golpes si hicieron más sonoros notándose el leve
enrojecimiento de la piel.
-Mas te vale no hacer sonido alguno a partir de ahora-
alzando la fusta la dejo caer fuertemente en el culo de Daniel, sin embargo la
sorpresa del azote fue tal que no pudo evitar un leve gemido escapándose de sus
labio - ¡Te he dicho que sin protestas! Ahora mantente en silencio pues no
pretendo pasar otra desobediencia- retiro el jengibre e inicio nuevamente a
azotarlo. Daniel se sintió
aliviado cuando la joven Dama retiró el jengibre de su ano. Los azotes estaban
siendo duros y no había podido retener el gemino que no había agradado para
nada a quien allí mandaba. Cerró con fuerza los labios para detener otro gemido
rezando por que su Señorita se detuviese pronto, no sabía cuanto más iba a
poder aguantar sin moverse pues no quería fallarle. Aun así, en el interior
estaba contento. Su Señorita parecía disfrutar de su dolor. Y eso era lo que
verdaderamente importaba en aquellos momentos.
Los azotes se detuvieron para colocar la fusta en la boca de
él joven sumiso.
- Puedes gemir, pero no dejes que se caiga, ahora colócate
boca arriba bien estirado –expreso susurrándole al oído, posteriormente amarro
sus extremidades a los pilares de la cama, tomando un flogger de terciopelo
rojo con suavidad azoto su pecho, vientre, extremidades y lo paso dulcemente
por su miembro hasta que logro una erección .
-Abre un poco tu boca- ordenó y así lo hizo, ella retiro la
fusta de su boca y pregunto-¿quieres que coloque pinzas en tu miembro? ¿eh? ¿lo
deseas mi perrito?
Daniel
había obedecido sumiso todos los movimientos que habían salido de los labios de
su Señorita. Los azotes en su pecho habían sido dolorosos y más aun los que
había recibido en el pene. Sin duda había disfrutado sujetando la fusta de la
Dama, y las suaves caricias con el flogger en su pecho y miembro habían hecho
que Daniel no pudiee aguantar más. La sensualidad de la chica había logrado su
objetivo. El
miembro de Daniel estaba erecto y dolorido, y sabía que las pinzas iban a
doler, pero el deseo por complacer a su Señorita era más fuerte.
-
Guau, guau- dijo con un poco más de fuerza que la vez anterior, mientras movía levemente
su cabeza.
-No estoy segura de que lo desees… ladra con mas fuerza-
ordeno
-Guau!
Guau! Guau! -dijo esta vez con bastante más fuerza, esperando complacer a su
Señorita.
Esta
vez, esperaba haberlo hecho mejor, quería ser un buen perrito.
Ella tomo 4 pinzas de madera y las coloco en diferentes
lugares de sus genitales, acercándosele paso superficialmente sus labios por su
rostro para que Daniel notara el calor de su Señorita, al tiempo que le
retiraba la venda de sus ojos.
Quería que él observara su situación, como se encontraba
amarrado con pinzas y a merced de los deseos de su Señorita, que su cuerpo se
invadiera por sentimientos de humillación y gozo; tomo la fusta nuevamente y
batiéndola en el aire hiso ademan de quitar las pinzas con la fusta, sin
embargo no pretendía hacerlo, lo único que buscaba era el temor del sumiso, el
nerviosismo ante el dolor, lo mantuvo
unos minutos de ese modo, haciéndole creer que el dolor se acumularía al
retirar las pinzas de forma tan cruel; el gemía ante lo incierto. Sin
esperárselo ella retiro las pinzas delicadamente con tu mano y acarició el
adolorido miembro de aquel sumiso
-Te has portado bien, y por ello te regreso el privilegio de
hablar, siempre u cuando lo hagas recordando tu lugar- mientras decía esto iba
retirando las cuerdas que lo mantenían inmóvil.
La joven se dirigió al sillón sentándose- levántate y tráeme
mi flogger y también una vela, la que
prefieras… por cierto te permito caminar normalmente
En el momento en que
Daniel pudo volver a su personalidad "humana", que sólo había
abandonado en su subconsciente le dijo agradecido a su Señorita - Gracias,
Señorita. Ha sido un honor. Enseguida.
Daniel
se levantó de la cama y recogió el flogger y una de las velas que estaban
distribuidas por la habitación. Se lo ofreció sumiso arrodillado a la Dama,
mientras ella descansaba en el sillón.
Ella
estaba cansada. Llevaba un rato de pié y jugando con el cuerpo de su perrito,
quería descansar, así que no había mejor manera de hacerlo que disfrutar de su
sumiso
-Estoy cansada, quiero
que des descanso a mis pies. Quita los tacones y dame un masaje. -anunció con
voz autoritaria.
- Si Señorita.
Daniel,
retiró un zapato y apoyó el pie sobre su muslo, no quería que tocase el suelo.
A continuación, retiró el otro zapato y empezó a masajear cada pié,
alternativamente... con mucho cuidado. Era todo un privilegio poder servir a Su
Señorita de aquella manera.
Como
sabía, Daniel, debía continuar masajeando los pies de su Señorita hasta que
Ella lo indicase y así seguía acariciando
suevamente los pies de su Señorita, cada vez que abandonaba uno de ellos, lo
dejaba cuidadosamente sobre su muslo. Mientras la Dama, descansaba en el
sillón.
-Suficiente.
Creo que ya has disfrutado bastante de mis pies. Túmbate boca arriba.
-Muchas gracias,
Señorita-Daniel colocó de nuevo los zapatos de su Señorita en sus bellos pies y
se tumbó boca arriba. A una distancia suficiente para que pudiese apoyarlos
sobre su cuerpo.
La
Dama pisó levemente el cuerpo del sumiso con Sus tacones, sin hacer daño.
Finalmente, colocó uno sobre su pecho y otro sobre una de sus manos diciendo-Ahora quiero que estés muy quieto, no quiero quemarte. No cierres los ojos y no quiero escuchar ni
un gemido...
Buen relato, felicidades.
ResponderEliminarAndrea.